La situación ruinosa de la Iglesia Parroquial hizo que en 1995 se construyera una pequeña ermita bajo la advocación del Patrón, San Blas, que hace las funciones de parroquia. Esta pequeña ermita asume con orgullo y devoción el papel de parroquia comunitaria, convirtiéndose en el corazón espiritual de sus habitantes. El diseño es sobrio y funcional pero impregnado de simbolismos religiosos, la imagen de la Virgen y San Blas en una estancia blanca con una de las pilas de granito y su fachada blanca con una sencilla espadaña y una campana. En un mundo donde lo nuevo suele eclipsar lo tradicional, esta ermita-parroquia es un recordatorio de que la espiritualidad y el sentido de pertenencia pueden florecer en cualquier época. San Blas, desde su modesto santuario de finales del siglo XX, sigue siendo testigo de cómo una comunidad transforma un espacio físico en un hogar del alma, donde el tiempo se detiene para dar paso a la oración, la celebración y la esperanza compartida.